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Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; Y por tanto  nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.
No man is an Island, intire of itselfe; every man is a peece of the Continent, a part of the maine; if a Clod bee washed away by the Sea, Europe is the lesse, as well as if a Promontorie were, as well as if a Manor of thy friends or of thine owne were; any mans death diminishes me, because I am involved in Mankinde; And therefore never send to know for whom the bell tolls; It tolls for thee.
John Donne,  1624

Nuestra dimensión digital es el mínimo común denominador que tenemos los seres humanos y que forma parte de nuestra dimensión social.

El desarrollo de la tecnología no ha descubierto nada nuevo a este respecto, pero ha permitido que esta parte de nuestra propia naturaleza pueda ponerse de manifiesto.

Las palabras de John Donne en 1624 son una buena muestra de ello, vemos que nuestro sentimiento de pertenencia colectiva al género humano, más allá de nuestros pequeños egoísmos y nuestras grandes limitaciones.

El conocimiento es una de las mejores cosas que la naturaleza nos ha regalado y que se hace más grande cuanto más se comparte, al igual que los buenos sentimientos.

Sin embargo el conocimiento no es colectivo,  sino que se hace colectivo cuando se suma individualmente desde cada uno de nosotros,  creando inteligencia agregada capaz de disfrutarse de forma colectiva.

Por eso no debemos hablar de una inteligencia colectiva que uniforme a nuestra sociedad,  sino de una inteligencia que provenga de cada una de las creencias o decisiones individuales y que unida sabiamente a las de los demás nos haga mejores a cada uno de nosotros y por tanto a todos los demás.